26/2/17

Generar sinergias y complicidades.


Cada época inventa las contraseñas que mejor la evocan. En un mundo legendario, de ladrones astutos y maravillas sin fin, la entrada al sancta sanctorum de las riquezas sin cuento se lograba con una orden directa y simple, perentoria y fascinada: “¡Ábrete, Sésamo!”. En un tiempo desgraciado, de máxima acción y nula narración, el imperativo, que de por sí es un modo dialogal, es sustituido por la tensa forma impersonal del infinitivo. En una producción infinita y casual, pura potencia especulativa, se requiere al máximo que cooperen para el delito varios órganos de una misma función -por ejemplo, hoy en día la universidad y la empresa-, en la búsqueda de unos efectos que se prevean imprevisibles y opulentos. Al Sésamo que se abría y se cerraba con el conjuro del significado le ha sustituido algún algoritmo arbitrario y eleusino como -otro ejemplo- qwerty123$%, a ser posible con mayúsculas y más símbolos no alfabetizables. La misma codicia mueve sendas historias de la Caída. En un caso, vibraba voluptuosa la melancolía de un Edén recobrado y subterráneo. Ahora, virtual, la frenética y desesperanzada carrera de azarosos efectos agregados cancela ex nihilo el éxtasis de la creación.

2 comentarios:

  1. Qué bien escrito y descrito.

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    1. Gracias.Parece como si cualquier esfuerzo de comprensión hubiese prescrito y sido proscrito.

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