De
las memorables citas que los filisteos enumeran con su cultura trivial,
aprendida en la lectura apresurada de sus mandarinescos periódicos, la de apelar
a la historia está cayendo en desuso a ritmo acelerado. Escrita obligatoriamente
con minúscula, con tal de que sirva de justificación a la práctica de cualquier
majadería política y social que se pueda haber tramado, su mención todavía usufructúa
cierta grandeza impostada que compense el raquítico enanismo intelectual de
nuestra época. Es preciso adaptar su contenido a los tiempos. A fin de cuentas, términos como historia y
magisterio están ya amortizados por elitistas y retrógrados. Democrático e
innovador es usar perífrasis confusas y maquinales donde el sentimentalismo
zafio adquiera la agresiva respetabilidad de una nueva ciencia que lleva por
nombre el de Metodología. A la historia la ha sustituido la “memoria” histórica
con sus cursis y didácticas leyendas sobre hechos verdaderos y despiadados. Además
de no estar autorizado, nadie debería tampoco atreverse a profesar disciplina alguna que no se limite a aplicar, automáticos,
los puntillosos y perezosos protocolos diseñados para que los “agentes docentes”
desplieguen su (in)competencia. Parece mentira tener que recordarlo: sin
Tradición la vida -el Espíritu- se ha extinguido. Adánicos, nos chutamos experiencias.
24/10/17
16/10/17
La mujer de César no sólo debe parecer honesta, sino que además debe serlo.
Sugeriría
a las hordas antipatriarcales organizar un escrache digital al filisteo que,
con timidez, haciendo uso de una prudente suspensión retórica, todavía se
atreve a enarbolar las primeras palabras de la cita que Plutarco atribuyó al
cínico Julio César. Por machista, por homófoba y por… neoliberal. Si supieran latín,
se echarían las manos a las orejas antes de pegar alaridos que desgarrasen sus
andrajos y sus chancletas. Mulier Caesaris no fit suspecta, etiam suscipione vacare debet. Como si no supiéramos tod@s
que sospechoso es quien mira, no quien hace con su cuerpo lo que quiere. ¿Qué
pasa? ¿Que el marido de su marido no es también sospechoso, o lo es más? Y, por
si fuera poco, además de imponer una identidad que uno tiene derecho a
construirse libremente, la frase de marras carga con la obligación de estar
libre de sospecha. Adviértase el tufo judeocristiano, más sospechoso aún, de su
uso metonímico, que ha desplazado la fidelidad conyugal a la honradez pública.
Si a nuestro Publi@ Clodi@ Pulcr@ nadie podría reprocharle meter mano a
Pompey@, siempre que sea consentido, ¡quién le recriminará a cualquier
cesarill@ meter mano en una comisión acordada! Investiguemos y arrojemos luz sobre tan turbio asunto.
8/10/17
Vox populi, vox dei.
Inicio
una corta serie, dispersa y arbitraria, sobre locuciones latinas que, tras ser
sobadas y prostituidas a fondo, empiezan a quedar herrumbrosas. No hay que
olvidar que, en sus ratos de ocio, al filisteo le agrada practicar con la
cultura el proxenetismo. Con tanto trote el mundo clásico ha quedado, como el
juego del bridge, un tanto demodé. Sus pretensiones suelen ser tan
absurdas como para sostener que la observación empírica de la realidad obliga a
atenerse a su verdad. No obstante, al filisteo le gusta emboscarse en los
lugares comunes para deformar y corromper cualquier rastro de bien que les hubiese quedado adherido. La belleza, si no es kitsch, le pone histérico. Hábilmente
niega la negación para colar como verdad la imposición de su voluntad. Primero
rebaja a minúscula, despersonaliza, la divinidad. Después la reduce a atributo
por medio de una analogía facciosa. Si la voz del pueblo es la de un dios al
que se entierra en una urna, el pueblo es un dios, impotente y descreído, que
susurra oracularmente enigmas en forma de votos. ¿Quién es su Sibila, su
Profeta? El Empresario audiovisual que atiborra la laberíntica boca de nuestro
Minotauro.
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