23/4/17

Hay que ser razonable.


Dado que nuestra sociedad de filisteos envalentonados desecha la búsqueda de la verdad con gestos de hiena condescendiente, como si se tratase de una pretensión intolerante e intolerable, pero todavía legal, se entrega con exasperación bélica a tener siempre razón. Gritos, aspavientos, sonrisas o sofismas no son ya efectos retóricos para la puesta en escena de una discusión sobre puntos de vista contradictorios. Son de hecho las pruebas que (in)validan cualquier argumento. Es necesario que las posturas sean irreductibles y, si son radicalmente inconciliables, mejor. Se podrá así demostrar la disponibilidad a no parar de hablar hasta agotar la paciencia del contrincante. Se llama a esta técnica diálogo. Como la capacidad de resistencia suele estimularse por medios artificiales -porque la naturaleza es una mera construcción tan artificial como el artificio al cuadrado de nuestra conciencia-, el acuerdo razonable suele ser una tregua que difiera inacabablemente el comienzo de nuevas escaramuzas en forma de interpretaciones. No es extraño que a los populismos y otros milenarismos les repugne el pasteleo de los pactos. ¿A qué compromete jurar? ¿Qué certeza asegura la promesa? Como dijo Goethe, en el principio era la acción. Destronada y esclavizada, la palabra satisface sus orgías.

15/4/17

¡Vive la vida!


La vida ya no es un don, sino un objeto que merece ser vivido o no. Lo sustantivo ha periclitado. Sólo queda la acción. Si no puede ser disfrutada, apurada, rebañada, mejor es desconectarla. El aborto o la eutanasia se convierten en actos de bondad. Es lo que pasa cuando se abandonan los principios, por dogmáticos e intolerantes, y se abrazan con fruición los valores, por flexibles e intercambiables. Suben o bajan en función de los criterios de utilidad, que no son sólo económicos sino también políticos y estéticos. Ancianos y niños pueden aumentar las necesidades laborales y la creación de infraestructuras educativas y sanitarias, así como incrementan exponencialmente, sin cuidados paliativos recíprocos, el gasto público. Si es un pago a saco roto, aparte de poco productivo, suele incluir el engorro molesto de la fealdad inacabable. Los comités de ética, que están al servicio de la investigación biomédica, discuten sin cesar, caso por caso, cómo evitar que el ¡hurra! del descubrimiento no acabe en un gallo de terror. La categoría -la vida- se convierte en anécdota y la anécdota -a cuál más espeluznante- en la categoría -la muerte-. Vive la vida o muérete, que te ayudaremos. 

7/4/17

Sacad vuestros rosarios de nuestros ovarios.



Entre todas las blasfemias repugnantes que suelen proferir con delectación las actuales cohortes de bacantes, dudo que al príncipe de las tinieblas le complazca alguna otra más que este pareado, cuya retórica es esencialmente (contra)teológica. Como verso, es un acabado ejemplo de alejandrino a la francesa que establece una semejanza por contigüidad, fonética y semántica, entre los rosarios y los ovarios. Con finura infernal advierte que la redención humana se encarna en el seno de la mujer. Que en él se encuentran por anticipado los misterios de gozo, dolor y gloria de nuestra luminosa existencia, aunque caminemos por las autovías oscuras de cada época. Consecuente, reclama como expresión sumaria de la libertad la anticoncepción: la supresión del Hijo. Contra el espíritu niega la vida. ¿Ha de extrañar que se reivindique como un derecho inalienable que las adolescentes se precipiten a la promiscuidad? Debería sorprender que se retrase la petición -la exigencia legal- de que los menores puedan reclamar sin consentimiento paterno la vasectomía, si no fuera porque perjudicaría la monstruosa ventaja sexual en el rito satánico que contrahace, entre consignas y amenazas cada vez más brutales, la escena virginal del anuncio de la nueva Creación.