Dado que
nuestra sociedad de filisteos envalentonados desecha la búsqueda de la verdad con
gestos de hiena condescendiente, como si se tratase de una pretensión intolerante
e intolerable, pero todavía legal, se entrega con exasperación bélica a tener
siempre razón. Gritos, aspavientos, sonrisas o sofismas no son ya efectos
retóricos para la puesta en escena de una discusión sobre puntos de vista
contradictorios. Son de hecho las pruebas que (in)validan cualquier argumento. Es
necesario que las posturas sean irreductibles y, si son radicalmente inconciliables,
mejor. Se podrá así demostrar la disponibilidad a no parar de hablar hasta
agotar la paciencia del contrincante. Se llama a esta técnica diálogo. Como la capacidad de
resistencia suele estimularse por medios artificiales -porque la naturaleza es
una mera construcción tan artificial como el artificio al cuadrado de nuestra conciencia-,
el acuerdo razonable suele ser una
tregua que difiera inacabablemente el comienzo de nuevas escaramuzas en forma
de interpretaciones. No es extraño que a los populismos y otros milenarismos les
repugne el pasteleo de los pactos. ¿A qué compromete jurar? ¿Qué certeza asegura
la promesa? Como dijo Goethe, en el principio era la acción. Destronada y
esclavizada, la palabra satisface sus orgías.
23/4/17
15/4/17
¡Vive la vida!
La
vida ya no es un don, sino un objeto que merece ser vivido o no. Lo sustantivo
ha periclitado. Sólo queda la acción. Si no puede ser disfrutada, apurada,
rebañada, mejor es desconectarla. El aborto o la eutanasia se convierten en
actos de bondad. Es lo que pasa cuando se abandonan los principios, por
dogmáticos e intolerantes, y se abrazan con fruición los valores, por flexibles
e intercambiables. Suben o bajan en función de los criterios de utilidad, que
no son sólo económicos sino también políticos y estéticos. Ancianos y niños
pueden aumentar las necesidades laborales y la creación de infraestructuras
educativas y sanitarias, así como incrementan exponencialmente, sin cuidados
paliativos recíprocos, el gasto público. Si es un pago a saco roto, aparte de poco
productivo, suele incluir el engorro molesto de la fealdad inacabable. Los
comités de ética, que están al servicio de la investigación biomédica, discuten
sin cesar, caso por caso, cómo evitar que el ¡hurra! del descubrimiento no
acabe en un gallo de terror. La categoría -la vida- se convierte en anécdota y
la anécdota -a cuál más espeluznante- en la categoría -la muerte-. Vive la vida
o muérete, que te ayudaremos.
7/4/17
Sacad vuestros rosarios de nuestros ovarios.
Entre
todas las blasfemias repugnantes que suelen proferir con delectación las actuales cohortes de bacantes, dudo que al príncipe de las tinieblas le complazca alguna
otra más que este pareado, cuya retórica es esencialmente (contra)teológica. Como
verso, es un acabado ejemplo de alejandrino a la francesa que establece una semejanza por contigüidad, fonética y semántica, entre los rosarios y los ovarios. Con
finura infernal advierte que la redención humana se encarna en el seno de la
mujer. Que en él se encuentran por anticipado los misterios de gozo, dolor y
gloria de nuestra luminosa existencia, aunque caminemos por las autovías
oscuras de cada época. Consecuente, reclama como expresión sumaria de la
libertad la anticoncepción: la supresión del Hijo. Contra el espíritu niega la vida. ¿Ha de extrañar
que se reivindique como un derecho inalienable que las adolescentes se
precipiten a la promiscuidad? Debería sorprender que se retrase la petición -la
exigencia legal- de que los menores puedan reclamar sin consentimiento paterno
la vasectomía, si no fuera porque perjudicaría la monstruosa ventaja
sexual en el rito satánico que contrahace, entre consignas y amenazas cada vez más brutales, la
escena virginal del anuncio de
la nueva Creación.
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