27/10/18

Choque de trenes.


Con tono no por solemne menos excitado, mediante esta histérica expresión se advierte el peligro de no alcanzar el consenso entre dos posturas contradictorias. Según la lógica filistea, no se excluyen, sino que deben reconciliarse sin dejar de ser lo que son y sin tener necesidad tan siquiera de ser. Estrictamente, no admiten contrariedad. Puesto que defender cualquier postura es legítimo, todas ellas serían verdaderas simultáneamente sin que cupiera admitir la falsedad de ninguna, siempre y cuando hayan renunciado al principio de realidad. Según las emociones que suscite, la verdad se transmite de los particulares a los universales y no al revés. Por analogía es especialmente apropiado recurrir a una desfasada metáfora tecnológica. El ferrocarril, signo de la modernidad industrial hace doscientos años, circula hoy en día a alta velocidad por vías sin cruces ni pasos a nivel. Sin embargo, en la imagen que nos ocupa se proyecta el recuerdo cinético de las maquetas eléctricas. Absortos ante su circuito, seguimos anhelando y temiendo la colisión, más lateral que frontal, de dos locomotoras, seguidas de vagoncitos de madera a punto de saltar por los aires ante la boca del agreste y acartonado túnel que representa nuestra historia. ¡Que síiiii! ¡Que nooooo!

19/10/18

Tod@s somos X.


Del sacro retruécano barroco a la promiscuidad pop de la conversión lógica media la distancia poética entre el Amor de Dios y el demonio del amor. En el patético teatro del mundo filisteo se aplaude a rabiar cualquier perversión cuyas consecuencias puedan satisfacer, vicariamente, la ebriedad sadomasoquista de una muchedumbre enfurecida que se identifica, autoritaria e impune, bajo el pleonasmo eufemístico de la palabra “democracia”. “Love is touch, touch is love” silabeaba lánguido quien imaginaba un mundo sin religión. Sus víctimas reales siguen sin ser sino objetos que satisfacen momentáneamente experiencias alienadas de represiones frustradas y frustraciones reprimidas. Psicópatas, sus deseos, asesinados, son reificados. La catarsis trágica aspiraba a liberar, mediante la compasión y el temor, tales pasiones de la necesidad ciega que arrastraban las acciones humanas. En el espejo de su representación cruzaba por un instante el rayo de la anagnórisis. Indistintos, superpuestos, meras incógnitas en ecuaciones artificiales y descompuestas, sus protagonistas actuales proyectan, mediante el desprecio y la desvergüenza, el caótico tumulto de la agnosis indiscutible. La extensión de sus sofismas debe sufrir una inversión para afirmar la (in)dignidad máxima de su lógica criminal. Si toda víctima es inocente porque yo lo soy, cualquier adversario es culpablemente verdugo.

11/10/18

Dialogar sin descanso.


Con tono asertivo el filisteísmo invita a los adversarios a dialogar como los enemigos se declaran la guerra con feroz diplomacia. Quien primero invoque, con disimulada violencia, la necesidad de sentarse a hablar rompe aventajado las hostilidades, como si abriese una partida de ajedrez con el movimiento del gambito de dama. Despliega sobre la mesa de operaciones un arsenal de afilados instrumentos de tortura retórica. Con ludismo implacable, debe agolpar un catálogo de metáforas contradictorias y repulsivas que logren reducir al interlocutor a la caricatura más siniestra de sí mismo. Advertirle de que jamás cejará en la búsqueda de un acuerdo encierra su más despiadada amenaza: sin cuartel y sin tregua, sin prisioneros, perseguirá arrancarle una rendición extenuada. En el orden liberal, deslumbrado por el ideal racionalista, la aspiración máxima era acabar en tablas el mayor número de ocasiones. En el nuevo orden que amanece sus actores pactan secretamente abandonar las partidas o volcar los tableros a traición. A contrarreloj, sin condiciones, con hipócrita franqueza, cometen toda suerte de trapacerías que invaliden el juego, por defecto de forma. Nada debe acordarse sino la ausencia misma de cualquier posibilidad de acuerdo. Dialogan como quien perpetra, impune, un crimen. Pro domo sua.

3/10/18

No hay que tener miedo al miedo.


Aunque de formulación mediocre y tortuosa, esta expresión torticera acuña una muestra refinada del papanatismo irresponsable que los filisteos más relamidos y canallas paladean con babosa cursilería ante un público histérico. Ejemplifica como pocas la esencial tarea de desfigurar cualquier ejercicio lingüístico que aspire a comprender la realidad. En el plano retórico su misión equivale al dialéctico principio de no no contradicción al que simultáneamente refuerza. A negar lo que se afirma acompaña el fin de complacer defraudando. No persuade; disuade. No conmueve, agita. Con suficiencia apodíctica, transforma la fantasía más delirante en una pesadilla paralizada. Convierte la prudencia en temeridad y en debilidad la fortaleza, de modo que a la temeridad y a la debilidad pueda calificárselas de prudente fortaleza. Mediante la atenuación, que convierte la valentía en una lítote paradójica, la cobardía puede descansar con buena conciencia urdiendo sus ardides más innobles. Con tono sugerente no anima a superar el miedo sino a desactivar la vigilante crítica de la inteligencia. Confunde adrede sensatez con resignación. A río revuelto, ganancia de estafadores. Perdido el miedo al miedo, sus defensores observan aterrados el pánico violento que se apodera de las espantosas hordas que blanden con furia anómica sus anémicas proclamas.