Por
su paradójico cinismo, la muestra de civismo que pretende representar esta
locución resulta especialmente repulsiva. Quienes arremeten contra la noción de
esfuerzo y repetición, salvo en el entrenamiento deportivo, como una práctica
retrógrada y humillante que cohíbe la espontánea creatividad de la infancia,
entre guiños cómplices y codazos burlescos se
conjuran a resolver a escondidas los problemas que, tras enredar, deciden dejar
pudrirse. Reflejan así la noción de escuela grabada en el envés de sus
propuestas y actualizada en el ejercicio cotidiano de su profesión política.
Allí donde se recomendaba que a la escuela se iba con la lección aprendida, aquí
se absuelve de venir de la escuela con la lección olvidada. Los deberes no
consisten sino en actividades dispersas que forman parte de proyectos cuya
monstruosa visión sólo es accesible a un gabinete de decuriones, reclutados cada
vez más entre asesores de comunicación que entre (psico)pedagogos. Hacer los
deberes equivale a despachar los requisitos de una evaluación que, de tan
continuada, sólo puede arrojar una calificación aprobada. Aprender a leer se
reduce a descargar desde un dispositivo un ebook.
Con perezosa satisfacción, progresa adecuadamente la (in)disciplinada tropa de
asalto que obstaculice la nefasta manía de pensar. Our pleasure.
30/10/19
22/10/19
La cultura de la calidad.
Al
acercar el bisturí a la apergaminada carne de esta jaculatoria asfixiante, debe
procederse a separar con precisión sus dos sustantivos purulentos, si no para
extirpar, al menos para delimitar los delirios pedagógicos y la gangrena
ideológica que los han infectado sin remedio. Como conjunto de conocimientos,
de modos de vida o de costumbres, la universalidad de la cultura ha sido troceada
en multitud de parcelas adosadas en que ha acabado estallando hasta la noción
misma de cultura popular. Existe una
cultura de los pueblos indígenas como
puede replicarse una cultura de empresa,
de mercado, de familia, de la izquierda, de gobierno, de medios de comunicación,
de marca… El uso del vocablo concede una pátina de confiable seriedad a una suma de prácticas estandarizadas que automatizan y desactivan el proceso
autónomo de pensar y disentir. Así, las escuelas de negocios, y sus terminales
de servicios externalizados, han okupado
el concepto de Universidad y, tras repartirse el botín, condescendientes y
bravucones, empiezan a descapitalizar sus activos. Reemplazan sus facultades
las habilidades de smartups. Lo
adjetivo es sustancial y lo sustancial, desechable. La calidad se mide por
indicadores, tasas, criterios y directrices. ¿Acaso importa, buena o mala, la
calidad de su cultura?
14/10/19
Hoja de ruta.
Con
delectación rijosa y empalagosa entonación los políticos filisteos, en su
modalidad más grotesca, repiten como loritos, casi como reteniendo el eructo,
este simpático sintagma cuyo uso debe de emerger de traumáticas simas de
estupidez infantil. Suele empleársele para transmitir una falsa sensación
mezclada de eficacia, previsión y astucia. Es de imaginar que quienes lo
expelen, venga o no a cuento, actualizan la casposa admiración tecnocrática de
su niñez sobre la memoria de aquel paisaje emocional que deseamos, sin éxito,
negar vehementemente. Aunque, por anglicismo, se adopte el figurado contenido
semántico de roadmap, la experiencia de
una generación que ha conocido la red de carreteras nacionales, de duración
interminable, mediante excursiones en autocares de línea, cuya refrigeración
consistía en la cortinilla de tergal asomando al viento y el techo de plástico
ligeramente levantado, sólo puede concebir el futuro guiado por un conductor con
gafas de mochuelo y el codo por fuera de la ventanilla gritando: “No se pongan
nerviosos, ¡que estamos llegando!”. Y a los pesados nunca los dejaba en tierra
en medio de un descampado de servicio. Abrumados, para pasar el rato, unos
cantaban Vamos a contar mentiras, tralará
y otros L’estaca. Y así, entretanto,
como siempre, anem fent.
6/10/19
El orden del día.
Aséptica
y estabulada, la sociedad filistea organiza sus jornadas mediante una
planificación rígida que permita producir la apariencia premeditada de
dinamismo y decisión espontáneos. Jerarquiza sus prioridades; es decir,
disuelve en la irrelevancia todo asunto que pueda comprometer sus intereses.
Los debates decisivos deben desplazarse al punto de ruegos y preguntas. Los
asuntos de trámite deben entorpecer los argumentos ejecutivos. Con la
exposición de largos y tediosos informes se impide momentáneamente el estallido
de las reyertas callejeras de un extremo a otro de la mesa de reuniones. Con
gesto compungido se apuñala por la espalda. Cariacontencidos, como de manera
improvisada, los confabulados cargan el marrón a quien esté de paso, ante la
mirada aburrida de la mayoría. Después se limarán a conciencia las actas que han
de ser aprobadas entre miradas patibularias. No se ajustan las cuentas; se las
amañan. ¿Algún comentario? Quien otorga, calla. Habla quien obedece. Los
fracasos se presentan como retos que abren -atención a la catacresis- un amplio
abanico de oportunidades. Los éxitos desencadenan la cascada apresurada de adhesiones.
—“Sois un equipo estupendo”. —“Permítenos discrepar: tú lo eres más,
jefe”. El odio cordial y el terror simpático mantienen alerta la búsqueda del
pan nuestro cotidiano.
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