Aunque en
aparente desuso, quizás pronto se revalorice este sencillo y falso eslogan como
el producto vintage del catecismo
filisteo que tiene por dogma angular la transparencia. Tal binario sinestésico mantiene
con él una deuda inexpugnable. Visualiza deslumbrante la relación táctil entre
la política y la corrupción económica bajo la que sirve con incómoda docilidad.
Con su odio servil y complaciente alimenta, imperioso, la insaciable voluntad
de ignorar la realidad conociendo hasta su más intrascendente detalle aleatorio. Con su
aire retro mantiene la ilusión proba e ilustrada de eficiencia administrativa
que permita cualquier atropello reglamentado. Dado que su objetivo consiste en
registrar, empaquetar y almacenar la evidencia informe de su propia búsqueda,
el procedimiento obliga, desengañadamente paródico, a crear toda suerte de
comisiones cuyos miembros no cesen de emularse gesticulando histéricos e
histriónicos, a fin de que así quede justificada la grabación de sus muecas y
de sus contorsiones, de sus gritos y de sus desplantes, como la única
sinsustancia investigada. Hipnotizados, entre bostezos, los espectadores
asisten a la reverberación nihilista de que el mal, en toda su descarnada y
aséptica brutalidad, es nada. Reflejados en sus pantallas, onanistas, admiran su repulsiva belleza de Narcisos ante un espejo de fango.
Ya lo sé, el filisteismo es una categoría, pero ¿tienes en mente nombre y apellidos? ¿Podrías decir éste, ése y aquél son filisteos? No te pido que los nombres aquí, esto es obvio, sólo un "sí" o un "no". Gracias, Armando.
ResponderEliminar"Que vuestro hablar sea sí, sí..." (Mt. 5-37).
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