12/11/18

No sabe usted con quién está hablando.


Esta deliciosa y restallante expresión, como un latigazo de la paz perpetua que por decreto desean imponer los guerrilleros del instante tuitero, no sólo no ha perdido ni un ápice de su amojamada y furiosa actualidad, sino que ha alcanzado un grado de virtuosismo tal que se encuentra ya a disposición únicamente del esnobismo de los más refinados y desalmados hipócritas. La vagarosa e incierta ecuación que establece la derivada entre los conceptos de justicia e igualdad, por la cual es preciso considerar cualquier atisbo de decencia una intolerable desigualdad y, en consecuencia, la más mínima equivalencia conceptual una injusticia insoportable, requiere una inmediata reacción de condensación que paralice cualquier resistencia a sus esquizoides no contradicciones. Como en la química orgánica, obedece a un mecanismo de adición y eliminación. Puesto que la moral es a la (des)igualdad lo que la ontología a la (in)justicia, la tiranía del tuteo universal ahoga la escandalizada réplica de la singularidad proscrita. Puesto que la gramática es al (des)orden lo que la lógica al (sin)sentido, la sola intención de tomar la palabra encierra una amenaza difusa contra quien no tiene otra identidad que su arbitraria voluntad. Cínico y voraz, quien pronuncia la frase dicta sentencia.

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