25/1/17

No hay nada absoluto.


Absolutamente nada ha cambiado entre los burgueses de hace ciento cincuenta años y los progresistas de hoy mismo. Bloy recordaba que, cuando niños, “cada vez que, asqueados, buscábamos un trampolín para evadirnos saltando y vomitando, se nos aparecía el Burgués con ese anatema”. El burgués lo decía con seriedad condescendiente; el progresista lo explica con sonrisa suficiente. Para aquel era un medio de control social; para éste, también.  ¿Qué quieren que les diga? El relativismo apesta a filisteísmo. A mediocridad, a falta de gusto, a vulgaridad. No siendo absolutos, buscar lo Absoluto exige una formidable energía centrífuga. En una paradoja parmenídea, la unidad del ser es pura tensión. Siendo múltiples, todo acaba en el agujero negro del yo. Paradoja atomista, la sola posibilidad se traga con patatas un no-huevo. Yo no soy yo. Soy una construcción cultural. No tengo identidad. ¡Qué desfachatez atreverse a ser hombre, o blanco, o católico! No necesito papeles para amar; sólo para tener una hipoteca, la cobertura sanitaria y una pensión. Es decir, para tener lo que, ¿felizmente?, no soy. ¿Qué debería añadir sino el corolario de Bloy?: “En tales circunstancias, se convendrá en ello, el deber de crear el mundo se impone”.

6 comentarios:

  1. “cada vez que, asqueados, buscábamos un trampolín para evadirnos saltando y vomitando, se nos aparecía el Burgués con ese anatema”.

    La traducción (¿de quén?) es aproximativa.

    "Chaque fois qu’ivres de dégoût nous cherchâmes un tremplin pour nous évader en bondissant et en vomissant, le Bourgeois nous apparut, armé de ce foudre."

    Cada vez que, ebrios de asco, buscamos un trampolín para evadirnos saltando y vomitando, apareció el Burgués (armado) con esa reprobación-condena”.

    Las frases siguientes son terribles: "Nécessairement, alors, il nous fallait réintégrer le profitable Relatif et la sage Ordure. Presque tous, il est vrai, s’y acclimatèrent, par bonheur, devenant, à leur tour, des Olympiens. Savent-ils, pourtant, ces buveurs d’un sale nectar, qu’il n’y a rien de si audacieux que de contremander l’Irrévocable, et que cela implique l’obligation d’être soi même quelque chose comme le Créateur d’une nouvelle terre et de nouveaux cieux ?"

    Ese "il n’y a rien de si audacieux que de contremander l’Irrévocable" (no hay nada más intrépido que anular-cancelar-impugnar lo Irrevocable), es extraordinario - como tantas frases de Bloy, el mejor estilista francés (con Saint-Simon - el conde).

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Léon Bloy, Exégesis de los lugares comunes. Traducción de Manuel Arranz, Editorial Acantilado, primera reimpresión, mayo 2015, p. 22.

      Eliminar
    2. ¿Cómo traduce Arranz el "il n’y a rien de si audacieux que de contremander l’Irrévocable"?

      Eliminar
    3. Así: "... no hay nada tan audaz como contradecir lo irrevocable...". En efecto, no es lo mismo "contradecir" que "anular" lo irrevocable.

      Eliminar
    4. Está claro que para Arranz Bloy es demasiado violento. De ahí sus correcciones, en las que intenta suavizarlo, lo cual demuestra que no sabe quién es el autor del feroz "Propos d'un entrepreneur de démolitions".

      Eliminar
  2. Yo creía que Acantilado era una editorial seria, que se preocupaba por la calidad de sus traducciones, hasta que miré de cerca la que tienen de los "Ensayos" de Montaigne, de J. Bayod Brau, y vi que estaba llena de errores e inexactitudes.

    ResponderEliminar