17/1/17

¡No seas talibán!


Indefectiblemente, quien pronuncia esta exclamación con laica indignación, ha sostenido simultáneamente que no existe «choque de civilizaciones», que es preciso no criminalizar a ningún grupo y que una sociedad democrática acoge respetuosamente la pluralidad cultural y religiosa. Quien no es talibán considera que profanar una iglesia -y quien jura por las ofrendas, jura por el altar-, aun no siendo recomendable, es un ejercicio que nos sitúa delante del debate sobre los límites de la libertad de expresión. Según su ponderado punto de vista, es preciso revisar y adaptar de acuerdo con el marco de un estado aconfesional, entre otras costumbres, la celebración de la Navidad o la Semana Santa, mientras condena con firmeza cualquier provocación contra las prácticas y las celebraciones de otras religiones. Como se sabe, los sacerdotes católicos son pederastas potenciales; los imanes, potenciales agentes de la paz. Lo que en Mondragón llegó a ser intolerable, en Gaza es desgraciadamente comprensible. Los judíos son también talibanes. Lo importante es no confundir a los talibanes con los talibanes, no sea que en la época de las incertidumbres alguien siga atreviéndose a mantener en pie el principio de no contradicción: la familia, la propiedad y la libertad sin adjetivos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario