Ante
una expresión de tan hedionda e hipócrita cursilería, un mínimo sentimiento de
vergüenza ajena, aliado con una aseada decencia intelectual, debería casi
obligar a puntapiés a los náufragos de la política a recluirse en invernales
cuarteles anarcorreccionarios. Resulta difícil de soportar impávidos la sonrisa
estúpida y estafadora de quienes la profieren babeantes, antes de verlos
arrancarse con unos pasitos chamánicos en torno a la ¡URNA! en la que pretenden
incinerar todo ejercicio de responsabilidad cívica. Idólatras de la nada,
querrían convencer a los electores de que la pesada carga del negocio público, que, en estricta
semántica socrática, no basta con que les preocupe,
sino que compromete, antitética, su virtud,
es la divertida dinámica de una yincana infantil. ¿Es casual que se las
elecciones se celebren en colegios? Cabría proponer atar globos a las mesas
electorales y que sus presidentes y vocales e interventores se disfrazasen de
payasos mientras, con entusiasmo congelado, depositamos con algarabía -¡hip,
hip, hurra!- el voto de nuestra vida y de la del de más allá. Como en la ruleta,
rusa o no, siempre gana la banca. ¿Qué se celebra? Que estamos jodidos, pero
contentos. Al final de la dichosa jornada, recontado, todo ha salido ganado.
Para fiestas, mañana.
ResponderEliminarUn abrazo,
Ander
:)(
EliminarBanderas de Boitano que tremolan, toques de clarín que vigoran, doquier la masa popular, formidavel. En la Plaza de Mayo nos arengó la gran descarga eléctrica que se firma doctor Marcelo N. Frogman. Nos puso en forma para lo que vino después: la palabra del Monstruo. Estas orejas la escucharon, gordeta, mismo como todo el país, porque el discurso se transmite en cadena.
ResponderEliminarLa fiesta del monstruo de Honorio Bustos Domecq. ..
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