En el
tránsito a la consumación de la apostasía occidental, uno de los primeros
apeaderos en construirse hacia la cancelación de la imagen del Edén, que, renovado, nos recuerda cada nacimiento, fue sustituir la alegría de la Encarnación
por el jolgorio de la Gnosis. A fin de no ofender a los que habían perdido la
fe, permitiéndoles que, sin ninguna renuncia, se apropiasen de nuestra
felicidad, se empezó a utilizar indistintamente el misterio de la Navidad y la
parodia sacrílega de su celebración. A continuación, se arremetió contra el
consumismo navideño creado a propósito como manifestación encubierta de la hipocresía de
nuestra sencilla esperanza. La Caída debería ser irrevocable para que puedan
regresar, triunfales y vacíos de cualquier contenido que no sean sus nombres, los
antiguos dioses que restauran el placer de la orgía sacrificial.
Empieza a asomar así el gusto astrológico por adorar el equinoccio. Nuestra
vergonzante sociedad filistea admite disfrazarse de dragón o de rata en un
desfile multicolor o tolera con indiferente disimulo el fin del Ramadán. En
cambio, rechina los dientes ante la liberación pascual de la muerte. No cabe
duda de que disfruta cargando de nuevo las cadenas del Faraón sobre el pueblo de Dios.
"...el mundo necesita jóvenes santos, santos con piercing, santos disfrutones, santos comprometidos con los marginados, santos que aman a sus perros, santos de Erasmus, santas en bikini, santos que se ríen de los estereotipos, santos en las canchas, santas presumidas… santos de copas"
ResponderEliminar...santos para echarse unas risas...
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