Especialmente
ambigua resulta la relación de nuestra época filistea con la materia de la
imaginación humana. Devorada por sus emociones, no son la verdad o la mentira
su preocupación esencial. Aunque los neomoralistas se afanan por retener el
torbellino desatado que ha emergido de la caja ilustrada que su soberana
Pandora había dejado mal cerrada, ni la libertad, ni la igualdad ni, mucho
menos, la fraternidad atraen ya su más mínima atención. Le basta con repetir
sus divinas palabras como un mantra nauseabundo e insignificante. Le hechiza,
más bien, el movimiento desdibujado de las formas que crepitan, antes de
condensarse por un instante narcótico, ante su ciega mirada. ¿Fake news? No hay tal, pues sólo ellas
dan noticia de lo que, realmente,
sucede. Puesto que el tiempo se ha acelerado fatalmente, cualquier historia
está amortizada a priori. La ficción
misma, tan glotona, ha sido puesta a estricta dieta por un régimen bulímico que
documenta su peso a cada paso, por medio de toda clase de aplicaciones y de
dispositivos actualizados y reiniciados. Aun así, ha sido descartada. Nuestra
época filistea ha corrido a refugiarse, articulados como legos, en los morfinómanos
brazos de los relatos. Acta est fabula.
Al hilo de este lugar, propongo su primo-hermano: "No te comas la cabeza"; o su gemelo castizo: "No te comas la olla".
ResponderEliminarFeliz Año.
Un abrazo,
Ander