4/1/18

Dejarse de historias.


Especialmente ambigua resulta la relación de nuestra época filistea con la materia de la imaginación humana. Devorada por sus emociones, no son la verdad o la mentira su preocupación esencial. Aunque los neomoralistas se afanan por retener el torbellino desatado que ha emergido de la caja ilustrada que su soberana Pandora había dejado mal cerrada, ni la libertad, ni la igualdad ni, mucho menos, la fraternidad atraen ya su más mínima atención. Le basta con repetir sus divinas palabras como un mantra nauseabundo e insignificante. Le hechiza, más bien, el movimiento desdibujado de las formas que crepitan, antes de condensarse por un instante narcótico, ante su ciega mirada. ¿Fake news? No hay tal, pues sólo ellas dan noticia de lo que, realmente, sucede. Puesto que el tiempo se ha acelerado fatalmente, cualquier historia está amortizada a priori. La ficción misma, tan glotona, ha sido puesta a estricta dieta por un régimen bulímico que documenta su peso a cada paso, por medio de toda clase de aplicaciones y de dispositivos actualizados y reiniciados. Aun así, ha sido descartada. Nuestra época filistea ha corrido a refugiarse, articulados como legos, en los morfinómanos brazos de los relatos. Acta est fabula.

1 comentario:

  1. Al hilo de este lugar, propongo su primo-hermano: "No te comas la cabeza"; o su gemelo castizo: "No te comas la olla".

    Feliz Año.

    Un abrazo,

    Ander

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