Tertulias
radiofónicas, artículos de prensa, entradas blogueras o ensayos ilegibles
caracterizan, debaten, critican y pontifican, con fruición murmuradora, sobre
los males pestíferos que el término de marras está inoculando en el grandielocuente
y ahíto cuerpo político de las sociedades occidentales. A fin de esconder la
caduca amalgama de resentimientos y odios atávicos bajo el que se envuelve, es
preciso delectarse en la forja mecánica de sintagmas en cadena, copiados de los
moldes pelmazos del estructuralismo más sociologista. Póngase cara intensa,
álcese con condescendencia gritona la barbilla, mezclando un prepotente aire
postotalitario, y añádanse unas gotitas de Foucault disueltas con anfetaminas de
Gramsci. Se materializa la imagen que dispensa de pensar. El resultado es de
una extraordinaria altura especulativa mediante cualquier forma de conversión
lógica. Verbigracia: toda enseñanza magistral es pura charlatanería; la pura
charlatanería es magistral. La verdad es una construcción cultural del
patriarcado. No hay verdad más indiscutible que las invenciones
antipatriarcales. A la mentira sin más se la ha de llamar posverdad. Populista
al simple demagogo. Los filisteos menean sus cabecitas preocupadas por el
imparable avance de los secuaces que los abanican. Si todo filisteo se
identifica como demócrata, el populista es el filisteo por cínica excelencia, inconsciente.
Hay que adoptar una gravedad determinada para disertar "contra el populismo".
ResponderEliminar"Está en juego nuestro Estado de Derecho".
Coming soon...
EliminarLa cosa es que el Estado de Derecho es en sí mismo un populismo.
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