13/6/18

La ley es igual para tod@s.


Esta campanuda máxima liberal, que pretendía disimular los privilegios económicos y sociales burgueses reservados a las costumbres depravadas de la aristocracia, se ha democratizado a una velocidad de urgencia. Bajo sus operaciones más cínicas y descaradas el tumefacto y glorioso principio de no no contradicción puede regir ya desacomplejado nuestras existencias posthomínidas. Que la ley sea igual para todes instaura la regulación minuciosa de cada desigualdad, caso por caso, cuanto más estrambótica y lacrimógena mejor. Más que invertir en valores, en cuya bolsa se negocian sin descanso sórdidas plusvalías emocionales, esta neomáxima contradice hasta desfigurar cualquier atisbo de sentido común que pudiera resistirlas. Subalterna, no admite ninguna contrariedad lógica. Sus proposiciones deben llegar a ser falsas simultáneamente, jamás verdaderas. El cumplimiento de la ley es la expresión más intolerable de la injusticia. La práctica de la justicia perpetra el más horrendo delito. Cuanto más inicua sea la ley, su (in)justicia brillará más enfangada. El aforismo latino proclamaba que a mayor derecho mayor daño. Con coherencia epicena, se predica que cuanto mayor resulte la afrenta mayor será su justicia. Sin dioses, ni patrias ni reyes, el único tribunal soberano dicta, enfebrecido, sentencia en el Circo de las redes. Delicturi se salutant.

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