5/6/18

Está en juego nuestro Estado de Derecho.



Fieles y escasos lectores anticipan a veces, lacónicos y desolados, los rasgos clínicos del putrefacto y avanzado estado de descomposición moral cuya autopsia se han propuesto practicar, con gelidez quirúrgica, los limitados análisis de estos incontables lugares comunes. Un lector irónico señalaba, por ejemplo, que contra el populismo debía disertarse con gravedad mediante la desdichada frase de marras que nos ocupa. Discreto, persistía en atribuir el clásico concepto de gravitas, que debía adornar la personalidad del político humanista, al pomposo engolamiento del croupier que ha tomado su relevo gaseoso. Tenebrosa, la teoría política ya había advertido la incompatibilidad entre el Estado y el Derecho. El complemento preposicional era una fórmula de transacción, aliviada, que contenía un indisimulado oxímoron o su emboscado retruécano. El Estado, de hecho, ha sometido siempre el derecho a su insaciable y vertiginosa, caótica e implacable, expansión. Cuanto tocaba, lo ha infectado de minúsculas. Muerto cualquier dios, ante el desecho de toda majestad, le queda tan solo pujar y subastar el estado de derechos, innumerables y cancerosos, que aseguren, incontrolable, el derecho de sus estados. Adicto a su abismal funcionamiento, ha apostado todo o nada a sus cartas marcadas. Salta la banca. Rien ne va plus.

6 comentarios:

  1. Desde el punto de vista del siglo, se puede entender al croupier. En cuanto al particular que pretende que sus derechos penden (con cierta intuición anatómica bastante correcta) del Estado de Derecho o de tal cosa como "separación de poderes" o la "Constitución", es la encarnación de aquel que según Bloy ve que están violando a su madre y corre a buscar a su abogado.

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    1. Una definición acertada del siervo que lametea la mano que le da de comer.

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  2. Ratzinger a Pera, confirmando tu diagnóstico sobre los derechos (a ver si desengaña a tanto católico que parte de los derechos fundamentales cómo mínimo común denominador para su diálogo con el mundo):

    "en última instancia, la idea de los derechos humanos separada de la idea de Dios no conduce sólo a la marginación del cristianismo, sino al final de cuentas a su negación"

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    1. Es que todas y todos somos hijas e hijos de Dios que es padre y madre...

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    2. Eso aún implicaría cierta fe; en el Estado de Derecho son "los derechos que nos hemos dado".

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    3. E incluso más: "los derechos que todavía no nos hemos dado".

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