22/12/18

Dos (no) pelean si uno (no) quiere.


A Á. R.


Mientras que la metafísica sostenía que la potencia sólo alcanzaba su perfección en el acto a cuya realización tendía con energía indesmayable, la ilógica actual insiste en que ningún acto tiene otro valor que sus posibilidades jamás realizadas. La paz o la guerra dependían en otro tiempo de quien aspiraba a la (in)justicia, al margen de su precaria y casi siempre derrotada dignidad. Con cínica sinceridad, admitía que, para mantener la una, debía estar preparado para la otra. En vez de guerreros, hoy a través de las redes sociales campan sin frenos ejércitos de víctimas, es decir, de potenciales verdugos con pasamontañas. Sólo es performativo el enunciado que convierta su condición en el garante impositivo de la arbitrariedad que paralice la reacción de cualquier adversario. Si uno quiere guerra, el otro, por descontado, no ha preparado la paz. Si aquel no quisiera la paz, éste no se habría visto obligado a preparar la guerra. En consecuencia, dos pelean porque uno no quiere. Aunque los dos no quieran, el otro está provocando la pelea. La guerrilla es la continuación del politiqueo por sus propios medios. El miedo -y su extremo, el terror- modula su mediática violencia. Si vis bellum, para pacem.

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