Dado que la
naturaleza no responde sino a una construcción cultural que la descubre siempre resistente y limitadora, suprímase con la diferencia sexual, mediante su intensificada
diseminación, cualquier resto de orden y de jerarquía que se oponga a la
tiranía de la bárbara bondad. Con la igualdad tiránica, sin objeción posible,
impóngase el fratricida libertinaje. Disuélvase la gramática como la última
fortaleza de la familia. Arrebátense las grafías, pisotéense las concordancias,
exprópiese la significación. Si toda civilización es patriarcal y el
patriarcado es opresivo, sólo la barbarie sistemática será liberadora. Su
justicia se fundamentará en una indiscutible y esplendorosa petición de
principio. La democracia debe basarse en la igualdad rasa e instantánea de su
ciudadanía abstracta. La gramática, en el uso establecido y común de sus
hablantes históricos. Por tanto, no será democrática hasta que no sea sometida
a la vociferante votación de la turba enfurecida. Convertida la anécdota en categoría,
cualquier categoría será anecdótica. Sin Dios ni amo, fúndese entretanto una
sociedad sin padre, antes de que logre erradicarse, finalmente, la maternidad. En
un mundo autoperpetuado será preciso marcar en la frente del ser humano, a
fuego criminal, el estigma de Caín: la violación gramatical, impune, de su
género.
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