Expresión de
triunfal estupidez, este sintagma de sabor toscamente anglicista llena la boca
de esa espabilada y vividora cohorte de filólogos frustrantes y envanecidos que
componen el negocio, estremecedor no sólo en su denominación, de la consultoría
política. De acuerdo con la técnica habitual de sus conjuros, tanto en el uso
del verbo como en el del sustantivo experimentan con las posibilidades semánticas
de la lengua inglesa y la española. Como aprendices de brujo mezclan y confunden
aleatoriamente en la marmita de su neolengua
algunas de sus diversas acepciones. Fabrican así la poción que franqueará el
paso a la realización de sus abracadabrantes objetivos. Si para un hablante
normal la agenda remite a una lista ordenada de asuntos que deben ser tratados por
una junta o un comité en un determinado período, en labios de un posgraduado en
ocultismo político incluye el sentido oxfordiano de las intenciones subyacentes
de un grupo particular. En consecuencia, debe adaptar la locución “set the
agenda”, que significa influir o determinar un programa de acción, al contexto
recio del liderazgo ibérico en toda su ambigüedad trilera. Quien marca, tanto
prescribe como orienta, señala como realiza, resalta como indica. En suma,
estrictamente esperado, marca el gooooool.
No hay comentarios:
Publicar un comentario