20/3/19

Sé que me van a llover las críticas.


Este tipo de metáforas meteorológicas son muy del agrado filisteo. Logran también con ellas la cuadratura de sus parábolas: ocultar su mala conciencia bajo el manto de un ecologismo de pega. Lluvias, terremotos, tsunamis (que han sustituido los menos sofisticados maremotos) sirven a sus intereses biempensantes y malintencionados. Por definición un filisteo evacúa obviedades malolientes como si fueran un deshecho de prudencia y de sentido común. La medida de su valentía intelectual se acrisola en su capacidad de complacer a sus amos. Asume con incómodo placer que pudiera echársele encima un alud de la misma porquería amarilla que, pornográfica, disfruta descargando sobre sus enemigos. Como es consciente de que la jauría de hienas y coyotes anónimos que patrullan sin descanso la reserva sin escrúpulo de las redes sociales acechan cualquier (aparente) desliz para saciar su bulímica desesperación, con la precisión chamánica de esos chamarileros que se dedican a la asesoría política modula mensajes que, en lugar de contradecir, consigan reforzar los argumentos de Mammón. Prostituirá, libertino, a la viuda bajo amparo legal. Solidario, si no ejecuta su desahucio, hipotecará al huérfano, totalmente reformado, desde un vientre alquilado. Agiotista, comerciará impúdicamente con la fe y la raza del extranjero. Vae victis!

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