4/3/19

Hacer historia.


En nuestras sociedades filisteas el saber, menospreciado, se está viendo por fin encajonado en el maletero de los algoritmos informáticos. Sus contenidos deberían ser, por imperativo democrático, accesibles mediante el fácil clic de ese otro espantoso lugar común en él enunciado. Entretanto la memoria está ya secuestrada por las fuerzas bravuconas de la no no contradicción. Innecesaria y reaccionaria en el individuo, se la entroniza como la dominatriz más exigente de las fantasías colectivas. ¿De qué sirve el esfuerzo de comprender si basta entregarse a las emociones más desaforadas? ¿Por qué no comparar las razones de la muerte de Sócrates, si son tan exigentes como menos actuales y atractivas, con la performance melodramática de cualquier juicio? ¿A quién le puede interesar la toma de la Bastilla cuando tiene a mano la posibilidad de compartir el trompe de l’œil de un selfie en sus redes sociales? ¿No es preciso aceptar con estúpida complacencia que entre conocer los sórdidos detalles de la creación de La filosofía en el tocador de Sade y practicarlos alegre y despreocupadamente a cargo de la Seguridad Social existe la misma diferencia que entre el aburrido y moralista aprendizaje y la proactiva y simpática pedagogía? Ami(e)s, encore un effort.

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