9/6/19

Hoy no toca.


El peregrino de lo Absoluto encontró siempre en la fiesta de la Ascensión un motivo de duelo infinito. Por el contrario, los filisteos descubren en el Arribismo la oportunidad de un beneficio inmejorable. Pomposos y circunstanciados, esquivarán, con un guiño de astucia y de amenaza, cualquier pregunta incómoda. Adornándose con chicuelinas putiformes, el periodismo de bandera se limitará a olfatear los contenedores de esa basura con la elegante y marrullera distancia que proporciona la seguridad debida de las subvenciones y las concesiones digitales que usufructúan sus empresas. En lugar de la verdad, momia embalsamada, demos por descontado que reina en su trono usurpado el exquisito cadáver de la opinión, rodeado de columnas que exprimen, churriguerescas, sus volutas hasta la extenuación. Un adjetivo canalla y un anglicismo innecesario mendigan, tras un insulto o una ingeniosidad, el jornal suyo de cada día. Arrojan una sombra de desencanto que, en el griterío de las redes sociales, deje pasar desapercibida la más dolorosa de sus frustraciones. Entre ejercicios aplicados de redacción, la libertad de prensa no toca hoy sino una cuestión de estilo: ocurrencias, majaderías, pura cita repetida. En vez de lenguas de fuego, desciende sobre ella la lluvia dorada de un dios afónico.

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