1/5/17

Asumo mi responsabilidad.



Con gesto serio y adusto o con una media sonrisa de lado, irónica, de indigna dignidad, quien es descubierto en falso, ya sea por doparse o por plagiar, ya sea por meter la mano o la pata, escurre cualquier responsabilidad invocando su asunción, la cual se reduce nominalmente a la prueba circunstancial que se pueda presentar en un juicio compadreado. Entre meridionales, a esta expresión algo se le ha quedado adherido del expediente católico de proferir mecánicamente la jaculatoria “mea culpa, mea culpa, mea maxima culpa” para obtener un perdón en quien nadie en el fondo cree y mucho menos cree necesitar. De aquí, tal vez, proceda el regustillo sardónico aludido. Es evidente que, en nuestra sociedad, se da por descontado que el mayor mérito para aceptar cualquier encargo es la presunta irresponsabilidad de su gestor, mejor si le afecta profesionalmente que en su vida personal, en la cual su integridad debe estar pautada a prueba de tuiters, publicaciones de Facebook e imágenes de Instagram. Quien asume las posibles responsabilidades que se pudieran derivar de fraudulentos comportamientos susceptibles de ser probados legalmente es abrazado y jaleado por los suyos, abucheado y zarandeado por los otros. En Twitter, Facebook o Instagram.

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