Hundámonos
más en las cenagosas fronteras entre la lógica y la retórica del nuevo orden
que, transgénico, está naciendo entre ciberespasmos. En su nombre los principios
sagrados e inviolables de la Tradición deben ser profanados y erradicados en al
altar del derecho a la libertad de expresión. Siente que sólo podrá erigir su
voz sobre el silencio troyano, humeante, de una cultura cadavérica, embrutecida,
milenaria. Su sola memoria es una amenaza intolerable, retrógrada, arraigada en
la tierra y en la sangre. Como entre la serpiente y la mujer, la hostilidad
perpetua entre ambos debe dar paso a su supresión. Destruirla es estar
modelando la nueva (ir)realidad, como un demiurgo enfurecido. El destino del
género humano es arrastrarse sobre su culo y comerse los polvos de las orgías
programadas por las potestades sanitarias y sancionadas por las dominaciones
parlamentarias. Blasfemas hasta la afonía, se preguntan qué es el hombre para
que ningún dios tenga derecho a acordarse de él. ¿Qué es el feto humano sino un
amasijo de células manipulable, reciclable, horneable? Defectuosa en su
fabricación o desgastada por su uso, la máscara humana debe postrarse y adorar la
muerte. En sus labios resonará, expresivo, esclavizado, su testamento vital.
Un auténtico puñetazo bloyano, redondo y sin fisuras, que, por fin, he logrado entender del todo. Porque mira que eres difícil, Armando... Perfecto.
ResponderEliminarPor más bloyano que desee ser, no puedo escapar -ni quiero- a la tradición barroca española, la de Quevedo y Gracián. Me alegro que te haya gustado, Suso. ¡Gracias!
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