1/9/18

Ventana de oportunidades.


Si cualquiera de los indistintos secuaces del filisteísmo triunfante, tras haber perpetrado una cobarde y vulgar traición, con mueca mendaz se afana por calmar a su víctima asegurándole que, gracias a su innoble acción, le está presentando la ocasión de abrir una ambigua ventana con vistas a un sinfín de oportunidades, cuenta por defecto con que será rematado tan pronto como cometa la metafórica estupidez de asomarse. Confía zalamero en que ceda a la tentación, comprensible y desesperada. Lo empuja hacia el cristal y son las mismas hienas de ayer. Nada ha cambiado; sólo la gradación pixelada del sórdido paisaje de siempre. A mayor mediocridad y desvergüenza, espera mayor recompensa. Con cinismo evangélico, con golfería blasfema, los últimos, bien pertrechados de su gimoteante demagogia, mantendrán el derecho de ser los primeros y los primeros padecen la condena inexorable de ser los últimos. Por tautológica aplicación del principio de igualdad, que nadie sea más que nadie significa que a quienquiera que pretenda algo por sí mismo, sin pasar desapercibido, se le parte el espinazo con una patada por la espalda antes de abandonarlo, entre mudas risotadas de complicidad, en algún descampado maloliente por haberse pasado de listo. Demasiado tarde para comprender.

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