31/5/19

Cualquier tiempo pasado no fue mejor.


Perdida la confianza en un futuro esplendoroso, a excepción de en los delirios agudos de la política ficción, quienes aún proclaman, con desengañadas muecas de entusiasmo, que el pasado nunca fue mejor a duras penas logran ocultar su desencanto sobre la mierda de presente que se habían prometido. Como la ilusión jamás ha forjado ningún argumento, se afanan por imponer que la validez de todo argumento sea sólo ilusoria. Con incertidumbre fascinada observan las sombras chinescas de su hoy sobre el fondo vívido y alucinado de un pasado que interpretan, histéricos, mediante parodias simbólicas. Descontada la eternidad, no hay lugar para la esperanza, sino para la repetición atormentada de sus impotentes fantasías. Lloran, ríen, espumarajean, se retuercen por un instante antes de ser engullidos por el cortejo caníbal de los innumerables mensajes que se suceden en sus incontables apps. Como glosas expurgadas, cenicientos hasta en su incitación al carpe diem, no animan sino a que cada cual olvide el alma vendida, aplaque el seso y dormite, cegando cómo se pudre la vida, cómo se aclama la muerte, tan aullando; qué rápido su placer, cómo calcina seguro su sopor; cómo, a todo su temer, cualquier tiempo futuro será peor. Ubi erunt?

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