Como
en las encuestas que propone cualquier revista cultural y política, levemente
anglófila, si cupiese elegir el verbo con que, sin dejar de babearlo, el
neofilisteo mejor define su actitud vital, agnóstica y supersticiosa a partes
iguales, sin duda deberíamos votar
por su irrefrenable tendencia a depositar su confianza en una persona o, sobre
todo, en alguna iniciativa de riesgo sin que se comprometa en absoluto con su
resultado. No debe pasarse por alto el truco de su buena suerte. Jamás comparte
los beneficios. Siempre reparte las pérdidas. El resto de su apuesta queda
sobreentendido. Por ello emplea el verbo en su uso exclusivamente intransitivo.
No apuesta la camisa, la casa o su
(des)honor. Apuesta por algo o
alguien en función de lo que representan. La califica de estratégica. En su
adicción ludópata, nunca apostará a ningún
juego. Siempre a resguardo razonable, ha apostado por sí mismo. Cada vez más altas, sus apuestas resultan más abstrusas
y jergales. Disfruta enredando con los envites para alterar sus resultados.
Apuesta así por la innovación, por un nuevo modelo de gobernanza, por un
liderazgo mundial, por el incremento de la competitividad, por la extensión de
los derechos… Gira la ruleta. Impares, rojas; ganan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario