20/9/19

Es de sentido común.


En desuso, esta muletilla conserva la vigencia imperecedera de la estupidez del filisteísmo siempre triunfante, tanto más rancio cuanto más provocadora sea su apariencia. La originalidad de sus sarcasmos repite la mediocridad consuetudinaria de sus más abyectos lugares comunes. Se ríe, por ejemplo, de la virginidad como en otra época sus padrastros se habrían choteado de los bastardos. Con congestión empavonada se indigna, ¡en pleno siglo XXI!, ante cualquier reticencia social a los experimentos biogenéticos, de igual modo que sus antecesores se escandalizaban de las trabas a la creación de riqueza mediante la usura o al avance del progreso gracias a la explotación laboral. Reclama subir o bajar impuestos con tal de que pueda evadirlos con buena conciencia. Clama profético contra el cambio climático y la superpoblación mientras acumula puntos de viaje en sus tarjetas golden o renueva constantemente sus dispositivos móviles de última generación. Denuncia brotes fóbicos por doquier de manera que pueda seguir satisfaciendo, histérico y obsesivo, la pasión insincera que siente por sí mismo. Le resulta intolerable la intolerancia del espejito que le repite lo que pide no oír. ¿No es acaso el dechado demócrata más perfecto? Por sentido poco común, como inquisidor debe transformarse en bruja.

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