Entre los pomposos valores que el
neofilisteísmo se empeña en descapitalizar con chamarilera sonrisa ocupa un
rango de honor el prostituido concepto de la paz. Aniquilado por aristocrático
cualquier principio, se hace preciso instaurar la tiranía de los buenos
sentimientos capaces de someter cualquier principado de paz al terror de la
armonía universal. Sus más estrictos devotos invocan, como mantras sublimes,
cuatro lugares comunes saqueados a Kant con la voz en falsete de John Lennon. O
peor aún. Tatarean los estribillos del escarabajo pop bajo la indiscutida autoridad
del relojero ilustrado. Bajo el efecto de una alucinación inducida, legislan y
ejecutan la disolución de cualquier diferencia con el exacto y disciplinado
reconocimiento de cuanta excepción pueda fantasearse. Al ser nombrada cada una
de sus delirantes variedades, de inmediato es clasificada y sancionada
debidamente en la taxonomía de la nueva Creación que está abortando el Arca de
Mammón. Sellada en las frentes de sus súbditos por el signo de un nuevo arco
iris, la paz perpetua consolidará la guerra sin cuartel, ecológica y epicena, contra
quienes se atrevan tan siquiera a abstenerse de rendirle culto. Se les exigirá retractarse
adorando blasfemas palomas mientras batan ramos de olivo. Give peace a chance!
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