La política paquidérmica de una
reciente era todavía analógica, premilenial, buscaba situarse estratégicamente
en el centro del tablero. En diagonal controlaba las esquinas desde donde, siniestras, las tácticas de enroque y aislamiento desplegaban sus secretos más turbios.
Hoy el asalto a la torre digital de Babel ha replicado, por las ósmosis de sus aplicaciones,
sus potenciales marcos. Los juegos se ganan ahora en las intersecciones. Es
preciso okupar las casillas extrañas
y ambiguas, las más rentables en las partidas simultáneas y cruzadas que arbitra
el estrábico Ojo de la globalización. Como si fuera un circo de tres pistas
deslocalizadas, sus cruces son tan inesperados como previsibles mediante algoritmos
indeterminados. Al orden sucesivo y lineal -en sentido paródico, patriarcal-,
que transmitía el sentido de un universo delimitado, se le opone con furor incuestionable
la estructura rizomática, heterogénea e in-significante,
de una dogmática transgenérica. A los líderes carismáticos que se rodeaban de
guardias pretorianas les sustituyen efébicos espantapájaros a quienes cortejan
ninfas empoderadas. Gobierna, indiscutido, el deseo de Nada. Bajo la apariencia
de hipócritas grescas, las democracias someten a votación su feroz spleen. Hasta bajo la rúbrica de
populismo, estetizan su impotencia social y educativa bajo nostalgias
(contra)rrevolucionarias. Sic transit
gloria mundi.
No hay comentarios:
Publicar un comentario