2/7/19

Comportamiento incívico.


Pertenece este repelente oxímoron al campo semántico de los valores, debiendo ser incluido en los subconjuntos de actitudes y de competencias. Como es bien sabido, unos y otros intersectan de diversas maneras, todas ellas pueriles y aterradoras. En el caso concreto que nos ocupa, la asociación de sustantivo y adjetivo da lugar a algunas fórmulas a cuál más pimpolluda. Puesto que es indecoroso no sólo prohibir sino no dejar de jalear la manifestación libre y espontánea de cualquier molesta y maleducada majadería, resulta preciso escoger con sumo cuidado el verbo que exprese el rechazo, contundente y engolado, de cualquier expresión decente de disidencia. Primero se normaliza semánticamente una aberración; a continuación, se persigue hasta los extremos legales la protesta que haya generado. Si alguien muestra su desnudez sobre un altar o berrea que cuelguen de una farola a quien encarne un resto de autoridad en nuestra sociedad, se discute bizantinamente sobre los límites humorísticos de la libertad de expresión. Si alguien denuncia para castigar la ofensa, con escandalizados aspavientos se le etiqueta de provocador. Con más exactitud, se le acusa de crispar la convivencia. Por circunspecto patriotismo, como cada quien es lo que hace, merece la tajante condena del ostracismo.

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