30/12/19

Marcando la diferencia.


De contrabando anglicista, el uso del gerundio en la traducción sirve de prueba circunstancial de que la pereza y el parasitismo constituyen dos de las más notables virtudes del filisteísmo a destajo, sobre todo en su versión hispánica. No busca atenuar la culpa, sino servir de agravante de su desfachatez. Plus Ultra, nunca menos, si no fuera tan primario, tan de escuela autogestionada, su fracasado republicanismo. En la cultura anglosajona se valora la diferencia imaginada que el individuo es capaz de introducir en el juego de variantes que las reglas de su sistema dejan al albur. Tribal, el nuestro no permite hacer nada, sino que azuza el señalamiento, la prescripción o el resalte. Como quien truca las pesas de una balanza, sobresale quien especula a beneficio de inventario. La diferencia la encubre el Estado que se acaba apropiando, sin prisa y sin pausa, de cualquier herencia económica, social o cultural. Se exige, en fin, reconocerla para ahormar, en la desigualdad, una nueva identidad uniforme e indiscutible. Acentúa lo que separa para diluir lo que divide. Tal vez la versión más ajustada y libre que refleje su pretensión sea otro obeso lugar común que saca siempre buen provecho: aportar valor añadido.

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