Tras
poner los puntos sobre las íes, el anciano autoritario zanjaba su bronca argumentación
añadiendo un humilde y claro punto. Podían fulgurarle los ojos si su osado
interlocutor intentaba driblarlo iniciando, aparte, un nuevo párrafo. Fiel
cumplidor de su última palabra, le quedaba encerrarse solo en su mutismo
poniendo también aquel punto en boca. Debía evitar a toda costa el prepotente sablazo
del punto y final de la conversación. El suyo era un mundo de maneras
ortográficas. ¿Quién pudiera seguir aprendiendo a utilizar, como alfanjes, los
puntos y comas o los dos puntos como floretes, antes de retirarse con dignidad entre
los elegantes puntos suspensivos? Flexibles y ágiles, todos ellos mantenían en
guardia la educada inteligencia del desacuerdo que, rara y exquisita, de tanto
en tanto florecía. Una nueva mezquindad, grafómana, ha destronado la ortografía.
Sus seguidores han escogido, como su dialogante modelo, las onomatopeyas y las
interjecciones. Más que puntadas, en sus hilos de twitter arrean zascas entre
emoticones y exclamaciones. Con los puntos, saltados, suturan las heridas de
sus reyertas entre un guirigay de gifs, hashtags y menciones. La esgrima gramatical
ha sido reemplazada por el léxico campal. Abatido, emprendo la retirada en este
punto. Finis coronat opus.
has visto el film " A hidden life" de Terrence Malick ? me gustaria conocer tu opinión sobre esa historia. Me presento soy Irene te paso mi contacto ireroust@gmail.com. Espero tus noticias.
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