Gracias
a su avanzado estado de descomposición por efecto de los avances tecnológicos,
esta locución sigue guardando inmarchitable el aroma kitsch de la falsa
confianza y la amenaza velada que el filisteísmo intenta inocular, bien
mezcladas, en cualquier entorno
laboral. Parte del supuesto chantajista de que la eficacia humana se asemeja a
la de un aparato electrónico. La expresión “(re)cargar la batería” carece del
imprescindible punto de recriminación conminativa que continúa garantizando indirecto
el éxito ilocutivo de “ponerse las pilas”. Mientras en la primera se admite
implícitamente las consecuencias de un cansancio acumulado que no debe
descuidarse bajo riesgo de que su efectividad se muera, en la segunda se advierte una indolencia consentida a la
que poner freno de inmediato. Quien carga su batería no ha parado de trabajar.
Quien deba ponerse las pilas, aun no habiendo dejado de escaquearse, está a
tiempo de aprovechar una segunda oportunidad. Más proactivas -más propositivas- y, por consiguiente, más
resolutivas, las nuevas fórmulas prefieren adoptar, con idéntico valor
imperativo, el carácter militar de la interjección. “Conéctate”, “reiníciate” o,
en menor medida, “actualízate” expresan, con su diamantina empatía, los
consejos más sinuosos que deben adoptarse “en modo” que no quedes en suspensión,
“sin cobertura”.
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